jueves, 11 de febrero de 2010

Fred y el Rey

La noticia corrió veloz entre todos. Ahí viene el rey. El inmenso tapasol llegó primero. Entonces, el Naa de Nandom vestido con blanquísimo túnico hizo su entrada en casa de Fred. Ese día, la reunión de la brigada médica de Uper West tomaba un oficial matiz. No sólo contaba con prensa; para rematar también asistía el mismo Naa (Dr.) Puore Puobe Chiir VII, toda una autoridad en la región.


Quienes le imaginaron con corona y cetro real como en nuestros cuentos infantiles no fueron exactos, pero no distaban mucho si a la solemnidad de la ocasión se referían. Claro, la suerte era que estaban en casa de Fred, un “holguigranmense” o mejor dicho, un guajiro que cultiva tomates en tierra ghanesa, que teje a diario un minucioso recuento de la memoria y escucha bien alto casettes que le gritan: ¡papito ... estoy aquí.!

Y mientras papito Fred hace trillos miles desde el hospital a casa y viceversa, durante el día o la noche, va ganando el afecto de nativos grandes y chicos. Curiosos, eso sí, afables, hospitalarios e inteligentes. Un saludo mañanero con agradecidos ojos y sonrisa sana no se desdeña en ninguna circunstancia.

Para el médico general integral Fred Delgado, ahora Namdom es su propia casa. Aunque allí las horas son más largas, los calores más intensos y el esfuerzo por comunicarse es agotador, los rostros dejan escapar expresiones que alivian las distancias. Risueños como bálsamo al alma, los vecinos de Fred le ven pasar y llegan hasta su casa, cuidan su sembrado y a su chiva Mirtica, quien se encarga de alborotar la paz de los días en Namdom.

Ese día en que llegó el Rey, el Doctor Fred estaba muy contento porque logró salvar la mamo de Koami, quien con sus seis años ya conoció del infinito dolor de una mordedura de serpiente. Y suerte fue que su abuela pudo acopiar algún dinerito para correr por la salvación de su nieto y llegar al hospitalito antes de que se extiendera el mal del reptil. Si demora un tanto más ni la mano ni los oscuros y brillantes ojos de Koami seguirían regalando sueños.

Fred habló con orgullo de su éxito con el tratamiento. Pero, mientras paseaba por la desvencijada sala donde se hospitalizan a los niños en el Hospital de Nandom, no sólo nos mostró a Koami, también nos habló de la suerte que corren unos jimaguas nacidos de una madre sin recursos para alimentarlos. Sencillamente la madre pone todo el esfuerzo en el más fuerte, si el otro se salva, es pura casualidad.

“La madre ghanesa como en cualquier parte del mundo quiere mucho a sus hijos, y su más ferviente deseo es salvarlos a todos, y darles lo mejor que exista en la vida. Pero no siempre esas intenciones van acompañadas de las posibilidades. Nosotros intentamos variar un poco una parte de su realidad, ayudarles a comprender que siempre existe una esperanza. Y no creas, en muchos casos lo logramos”.

“Ahora en Nandom no son pocas las madres que piden nuestra asistencia, en cualquier momento del día o de la noche. Como vivimos dentro del área del Hospital podemos correr enseguida que nos procuran y eso también les da confianza”.

“Te puedo asegurar que aunque las personas piensen que los hombres somos más fuertes y no lloramos, es muy difícil ver que un niño se te va a morir si no le suministras pronto el medicamento, o si no lo trajeron en tiempo al hospital. Para el que es padre, y tiene hijos pequeños como es mi caso, las lágrimas no te piden permiso para llegar. Y no me apena decirlo, lo que me apena es que cosas como éstas aun sucedan en el planeta”.

“Por eso, cada vez que puedo ayudarlos lo hago y siempre que tengo ocasión también les hago chistes y bromas, que entienden y reciben muy bien, como si fueran cubanos que conozco de toda la vida”

Cuando pensaba en las palabras de Fred, apareció el rey de Nandom, contagiado con el carisma de ese genuino cubano que va robando corazones a su paso. El Naa prefirió hacer un alto y sentirse a sus anchas entre Fred y esos amigos que llegaron para ayudar a los suyos. Vino a agradecerles su presencia en Nandom, y en el resto de las zonas de la región de Uper West: Jirapa, Nandolí, Wa, Lowra, y Tumú. Zonas tan alejadas, áridas e inhóspitas que no sería difícil contar los visitantes que hasta ella llegan.

El verbo fácil no debe ser ajeno para un rey, al menos éste hizo gala de su locuacidad y encantos para robarse la atención de los nuevos vecinos de Upper West. Del respeto a los jefes en esa zona comentó el rey. De la confianza en los cooperantes habló largo antes de enviar saludos a los cubanos y al Comandante Fidel, por sus solidarias acciones.

Entre tanto, los amigos de Fred atentos y solícitos brindaban al rey de Nandom lo mejor que tenían como se hace en una casa bien cubana. Para este “rey de reyes”, como se le conoció, comer en público fue tabú hasta probar un delicioso cóctel de frutas aliñado con sangría y una digna muestra de la cocina cubana. Pasar un rato a la cubana no sólo traía cuentos y risas. Lo que ni él mismo había previsto fue que la irrupción de la música le invitara a bailar como si toda la vida hubiera disfrutado de los ritmos cubanos.

Pero ¿de qué otra manera, podría estarse en casa de Fred?

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