viernes, 19 de febrero de 2010

Pretexto


Qué decir cuando tantas anécdotas mezcladas con pasión y asombro han brotado ya de los corazones y plumas de mis colegas. Unos consagrados en el ejercicio de un periodismo necesario y otros, nacientes talentos que tuvieron el privilegio de palpar con ojos, olfato y poros realidades bien distintas a las de Cuba. "Apreciar el capitalismo en su versión más desgarrante"_ nos ha sido posible al estar al lado de esos cooperantes cubanos que han decidido "echar suerte con los pobres de la tierra". A no pocos de ellos les escuché frases equivalentes. Y no raras veces me he sorprendido en reticentes reflexiones. Al saber que mi destino sería Africa me estremecí con sólo pensar en la inmensidad y lejanía de esas tierras bien arraigadas en nuestro tronco. Descubrir el preterido continente de nuestros ancestros sería inevitable aventura y reto para cuatro viajeros nacidos en la Revolución Cubana. En esta ocasión el periodista y el camarógrafo iríamos acompañados por dos estudiantes de las facultades de Comunicación Social de La Habana y de Santiago de Cuba. Fuimos entonces, cuatro personas que se unieron con la misión de reportar lo aprehendido y llegamos a necesitarnos más allá de la solidaridad o la amistad. Cuatro personas que llegamos a sentir con un sólo corazón y que activábamos los cuatro cerebros para salvar cualquier escollo. Cuatro personas que crecimos humana y profesionalmente. Por ahí, está el principio y final de una historia por contar. En muy poco tiempo, sentimos la nostalgia de los nuestros, la sed por escuchar sus voces cuando atravesábamos por arenosas y desoladas tierras, la urgencia por estrechar manos cubanas o el regusto por platicar amplio en nuestra natal lengua sin que mediaran traducciones. Así descubrimos cada uno de los días de nuestros cooperantes. Mujeres y hombres que tal vez, nunca antes imaginaron crecer tanto. Mujeres y hombres confundidos entre los colores y olores de un suelo que transpira hospitalidad por cada una de sus grietas.

La primera impresión

La escalerilla del avión nos entregó a un insospechado e increíble calor. Así nos recibió Accra, la capital ghanesa. La confusión de la llegada entre la recogida del equipaje y la concurrencia de personas en la terminal aérea nos puso en contacto, sin previo aviso, con una realidad que nos envolvería durante cuatro meses de nuestras vidas. La bienvenida fue sin protocolos. ¿Ustedes hablan español? Geovanis Delisle, el Jefe de la Misión Médica Cubana, un guantanamero que bien puede confundirse con un nativo a juzgar por su físico y el tiempo en esa tierra africana, se encargó de los cuatro viajeros. Los maleteros llegaron prontos como hormigas a un terrón de azúcar. De inmediato comenzamos a escuchar en inglés, la lengua oficial del país, elogios por una isla que ya extrañábamos. Cuba es muy linda y los cubanos son nuestros amigos_ fueron mágicas palabras que nos trasmitieron confianza para iniciar nuestra incursión. Rumbo a nuestra primera estancia nos sorprendió una ciudad tan linda como nos habían asegurado. Accra por momentos, va superpoblada y con un constante ir y venir, entre edificaciones que a tramos, van cediendo modestia para luego recuperarla y mostrarte el inherente mercadeo que le da vida. Sus avenidas superpobladas de lujosos autos se complementan con intrépidos vendedores que te muestran todo tipo de artículos, o comestibles o los periódicos del día. Ellos van sorteando sus posibilidades junto a otros menos afortunados que apenas pueden alzar su mano para pedir cualquier cosa, en un constante desafío en su tránsito por el capitalismo. El verde y exuberante follaje tropical del sur de Ghana también nos cautivó de inmediato. Aunque eran tiempos del ¨Harmatthan¨ un viento procedente del desierto que cubre todo _ y hasta tu nariz, las pestañas o la boca _ con un manto de polvo y excesivo calor durante el día, nos íbamos sintiendo en familia. Los rostros sonrientes a nuestro paso, las manos extendidas para saludar al ¨yabú¨o al ¨obruní-cocó¨ (el hombre blanco, el extranjero) se repetían por aquellos caminos que una vez emprendidos, no se olvidan. Lo mismo, niños pastoreando famélicas vacas o protegiendo a los choferes al cubrir los huecos de la carretera con sus palitas cargadas de tierra develaban una realidad por descubrir.

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